Las acciones de la Primera Partida y el conflicto por la definición del límite en el Río Ibicuy. La agencia de los ríos y las poblaciones locales

Como afirmamos anteriormente, las acciones de la primera partida definirían el límite en el área comprendida desde Castillos Grandes hasta el río Ibicuy. En febrero de 1753, en las proximidades de Santa Tecla, los demarcadores fueron detenidos en sus acciones por la presencia de una milicia indígena y por este motivo se retiraron de la región. Ello llevó a que la actividad demarcatoria fuera realizada en dos etapas, la primera entre 1752-1753 y la segunda entre 1758 y 1759. Mientras que en la primera etapa la comisión mixta trabajó en el levantamiento de los marcos desde la Bahía de Castillos Grandes hasta el Cerro de los Reyes, en la segunda lo hizo desde Santa Tecla hasta la desembocadura del Ibicuy en el Uruguay.

La definición de cuál era el origen del río Ibicuy se convirtió en la mayor dificultad con la que se encontraron las partidas para la definición de la línea de frontera intercolonial. Desde nuestro punto de vista, la agencia de los ríos y de las poblaciones locales establecen asociaciones con los medios de transporte (sumaca, canoas) y con los instrumentos de observación, orientación, medición y de dibujo (teodolito, reloj solar, brújula, cuadrantes, telescopio, microscopio, barómetro, termómetro, cuadernos y pinceles). Estas asociaciones son resignificadas en el marco de la construcción de las argumentaciones legitimadas científicamente para apoyar la posición española o portuguesa.

En efecto, según la comisión española, aun cuando el límite estuviese cartográficamente representado en el mapa de las Cortes recibido por las partidas, el tratado no era explícito sobre el criterio a seguir para unir las cabeceras del Negro con el Río Ibicuy: 

«El artículo 4 del Tratado de Límites (…) nos dice que pasadas las cabeceras del Río Negro por encima de ella continuará hasta el origen principal del Río Ibicuy: prosiguiendo aguas abajo hasta donde desemboca en la margen oriental del Uruguay: sin declararnos de que por medio habiamos de pasar a otras cabeceras de otro qualquier Rio» (Dn Juan Echaverria a Francisco Antonio Cardosso de Meneses y Souza, Santa Catalina 18 de mayo de 1758. AGS, Estado, 7402).

Esta información se complementaba con aquella ofrecida por el Mapas de las Cortes, según la cual entre el Río Negro y el rio Ibicuy, el límite sería definido por aquellas elevaciones que dividieran las aguas que se orientaran al rio Uruguay o hacia el Atlántico. 

En este contexto comienza a discutirse qué río considerar como portador de aguas al Ibicuy. Mientras que la partida portuguesa consideraba que el origen principal del Ibicuy estaría en las tierras de Santa Tecla (siguiéndose así la demarcación establecida en el Mapa de las Cortes), la partida española afirmaba que estos podrían encontrarse en el Monte Grande. La formulación española llevaría a revisar la propuesta de la línea imaginaria realizada desde las metrópolis. 

La posibilidad que las cabeceras del Ibicuy se situasen en la Sierra de Monte Grande apoyaba uno de los criterios establecidos para asegurar la claridad en la definición de la línea divisoria y que era el que el curso que llevase aguas al Ibicuy formase una línea recta. Justamente aquel río considerado como Ibicuy mini, originado en dicha sierra podría ser utilizado como elemento de apoyo de la línea divisoria.

Según, los cosmógrafos y cartógrafos españoles, las Coronas ibéricas, antes de que los ejércitos pasasen por él área, no tuvieron noticias sobre la existencia de estos ríos. Se trataba de información reservada a los padres jesuitas y los indígenas y que era necesario incorporar en la cartografía que estaban produciendo las partidas. Por su lado, los portugueses se mostraban partidarios de llevar al terreno la delimitación definida por las instrucciones y el mapa de las Cortes, independientemente de cuál fuera el nombre del río que sustentaba el trazado. 

La argumentación portuguesa es claramente expuesta por un conjunto de escritos reunidos por Miguel Angelo de Blasco a fin de rebatir la fundamentación española (BLASCO, Miguel Angelo de. Notta dos papeis, q. vão no masso junto, feitos pelo Coronel de Blasco, por ordem do Exmo. Ml. de Campo Gen.al e Comissrº Plenipotenciario Gomes Fr.e de Andrada, em resposta às questoens novamte. sucitadas do S. Marquez de Valde Lirios, e seus geographos, a respeito da demarcação de Primrª Partida, no acto de continuala neste anno de 1758. 58f., 4 mapas col., 49 cm.

Estos escritos incluyen pareceres, mapas y cartas intercambiadas entre el coronel de Blasco, el Comisario Plenipotenciario español, Marques de Valdelirios y sus geógrafos Francisco Millau y Francisco de Arguedas. Del examen de esta documentación se deduce que de Blasco buscó demostrar que el curso de agua identificado en Monte Grande (Ibicuy Mini) sobre el cual los españoles proponían «corregir» la línea divisora, no se encontraba en ningún mapa antiguo o moderno, y que, por lo tanto, no constataba la existencia de otro Ibicuy «que aquel que mandaron a demarcar los soberanos contratantes» (Juízo ou parecer do Coronel de Blasco sobre uma carta de 9 de abril e pequeno mapa remetido do Sr. Marquês de Valdelirios).

Al hablar de mapas antiguos y modernos, de Blasco se estaba refiriendo a aquellos que habían sido recopilados por los cartógrafos jesuitas, a los que fueron generados por las actividades de la primera partida y a «los mapas geográficos impresos por todas partes» que habían servido de base al Mapa de las Cortes. La cuestión es profundizada en el «Poscríptum del Coronel de Blasco, el 16 de junio, en respuesta al Geógrafo D. Francisco Millau Maraval», adjunto al mismo conjunto de documentos. 

En tales escritos, de Blasco se preguntaba si los relatos indígenas, que consideraba contradictorios, alcanzarían «a desmentir lo que tanto padres doctos y valientes geógrafos hicieron desde el inicio hasta el presente con la guía de los mismos indios prácticos». Al referirse al mapa español que traía a la escena el Ibicuy mini, el Coronel afirmaba que el mismo desconsideraba todas las cartas geográficas producidas hasta entonces, dicha propuesta se basaba apenas en 

«un par de simples indios y en un padre (…), que [tendrían] mas crédito que todos los profesores [que] trabajaron en la Geografía de esta América, en cuyos mapas antiguos y modernos se ve el Ibicuy conforme a los mapas remitidos por ambas Cortes contratantes»

Por tales razones, de Blasco otorgaba poca legitimidad y hasta consideraba impertinente la proposición española –«los Soberanos no mandaron a quitar el nombre del río (..) y menos cambiarlo»,  debiendo los demarcadores seguir fielmente las Instrucciones reales en beneficio de la determinación más rápida y segura de la línea divisoria.  

La controversia procuró saldarse a partir de debatir las siguientes tres cuestiones: la denominación de los ríos en la cartografía jesuítica, la definición del brazo principal del Ibicuy y la ocupación de los territorios en disputa por parte de la población indígena. 

Los Comisarios de ambas partidas recurrieron a la cartografía jesuita producida con anterioridad a fin de identificar cuál curso correspondía al Ibicuy identificado en el Mapa de las Cortes y era conocido con ese nombre por los indígenas. De esta forma, se podría resolver la duda sobre los orígenes del río. De hecho, solo habría certezas y consensos respecto a su curso inferior, próximo a la desembocadura en el Río Uruguay. El desconocimiento del terreno y la complejidad de la trama hidrográfica, alimentaba diferentes hipótesis que se ajustaban a las pretensiones territoriales de cada una de las Coronas. Sin embargo, no toda la cartografía consultada otorgaba el nombre de Ibicuy al mismo curso, a ello podemos acrecentar el hecho que aparecían denominaciones complementarias, que sugerían su origen en cursos de agua menores situados en distintas áreas. 

Por ejemplo, mientras que el Mapa del padre José Quiroga utilizado por el comisario español: 

«Tenía en sus cabeceras dos ramales, uno innominado que venía del sur, otro llamado Ibicuy mini en dirección este-oeste, (…) el comisario portugués consultó el mapa levantado por Tadeo Enis, en donde aparecía un ramal sur que venía de Santa Tecla, que se llamaba Ibicuy guazú y asimismo recogía los menores que lo formaban en su origen como el Ibicuy rapi cerca de Santa Tecla, y el Tacuarembó que bajada de Monte Grande» 

El otro criterio que se tuvo en cuenta fue la posibilidad de definir el curso principal del Ibicuy a partir de la exploración de su caudal. Las condiciones climáticas y la falta de consenso respecto a la forma de llevar adelante esta tarea, impidieron que se pudiera resolver la controversia. 

En primer lugar, no fue posible medir el caudal de aquel curso reconocido en el Mapa de las Cortes pues, en el momento en que algunos miembros de la partidas atravesaron el «antiguo» Ibicuy constataron que «habiendo faltado las lluvias que fueron abundantes en diciembre y enero, por marzo se halló que el río que se llama Ibicuy Guazú tenía menos aguas (..) lo pasaron casi en seco por aquel tiempo» (Marqués de Valdelirios a Ricardo Wall, Pueblo de San Nicolás, 16 de mayo de 1758. AGS, Estado, 7402). 

En segundo lugar, la partida portuguesa no se mostró de acuerdo con el criterio seguido por Echavarria para la exploración de las nacientes del Ibicuy. Según Miguel Angelo de Blasco, Echavarria llevó adelante la demarcación de «debajo para arriba» (es decir de la desembocadura del Ibicuy en la búsqueda de sus cabeceras) cuando el método adecuado sería proceder en sentido contrario, «de arriba para abajo» (de las cabeceras a la desembocadura), es decir, siguiendo el sentido del curso del río. 

Por su parte, Valdelirios sostuvo que la forma de realizar la exploración de los cursos de los ríos había sido consensuada con el Comisario Principal Portugues Gomes Freire. 

«Por haber mudado D. Gomes Feire el supuesto en que yo encaminé (…) por lo que convino conmigo (…) en que el examen del origen y cabecera principal del Ibicuy, se hiciese entrando por la boca de este rio, cuando sucediere la llegada de D. Juan de Echavarria, y el mismo para facilitar este trabajo arbitró en que bastaría no habiendo duda en el cuerpo principal de este río, en que se examinase desde la confluencia, u horqueta, que forman los dos brazos principales cual era el que traía más agua, para calificar por esta seña la cabecera y origen principal del Ibicuy, que se manda buscar en el capítulo 1 del Tratado» (Valdelirios a Wall, Campo de Santa Catalina, 20 de octubre de 1758. AGS, Estado, 7402)

En la documentación a la que hicimos referencia anteriormente, de Blasco incluye un mapa a escala de 20 leguas elaborado por los geógrafos españoles y remitido a los portugueses, en el cual resume gráficamente las divergencias entre la perspectiva española y portuguesa. A los fines del análisis que venimos realizando no nos interesa destacar tanto el mapa principal con las líneas demarcatorias pretendidas por cada comisión, como los otros mapas más detallados situados a la izquierda y a la derecha, diseñados por los geógrafos portugueses. Estos mapas traen «demostraciones» de la manera «correcta de hacer la demarcación de arriba para abajo en el sentido del curso del río «aún cuando las instrucciones digan lo contrario» (Ejemplo V). Sin embargo, se admiten excepciones como en el caso de afluentes que vuelcan sus aguas en el Ibicuy, los cuales serían, «demarcables subiendo y no descendiendo» (Ejemplo G). De todos modos, los ejemplos enfatizan el inconveniente de «cambiar el modo de demarcar”, como es sugerido por los españoles. Ello es considerado «impropio e incómodo y contra la Real determinación», como se lee en la leyenda del Ejemplo V.  En este sentido, para de Blasco no habría dudas sobre el punto en donde se tendría que iniciar los trabajos de medición de caudal. Así en la parte inferior del mapa mayor, a la izquierda de la escala se lee la siguiente leyenda.  «Y – la cumbre que vierte las aguas al Rio Negro, al Ibicuy, encima del cual se debe buscar la cabecera principal del (…) río como ordena el Art. 1º del Tratado». De este modo se aseguraría que la línea demarcatoria seguiría la definición establecida en la documentación elaborada en las metrópolis.

Más allá de esta crítica metodológica, la pregunta que se hace Miguel Angelo Blasco es que si las cabeceras del Ibicuy se hallasen en la Sierra del Monte, como se definiría el recorrido de la línea desde Santa Tecla hasta las cabeceras en las Misiones.

La ocupación del área en conflicto fue el último criterio que queremos destacar y que fue puesto en juego por la Corona hispánica, aunque de forma velada. El área próxima a Santa Tecla no había sido desalojada luego del conflicto con los guaraníes, en la medida en que se consideraba que la línea demarcatoria debía orientarse hacia el este en lugar de hacia el sur. Los indios de la antigua misión de San Miguel se habían trasladado a un paraje próximo al rio Ibicuy donde ellos poseían sus estancias formando la población de San Nicolás.

«Las dudas suscitadas en la averiguación del origen principal del Ibicuy dejan sin disolver la de si estos Indios deben mudarse o no, porque el terreno en que se hallan puede pertenecer a la Corona de Portugal, cuya Demarcación creyó V. E la hubiese hecho la primera partida de D. Juan de Echaverria, en el tiempo que V. E practicaba la diligencia de hacer que se recogiesen los indios dispersos, ò a lo menos la averiguación del origen principal del Ibicuy, para lo que bastaban pocos días, y que el haberla diferido tanto, que aún no se ha dado principio a la continuación de la que quedó pendiente el año 53 en las cercanías de Santa Tecla, ha constituido a V.E en la dura necesidad de resolverse a uno de dos extremos (…) siendo el uno el suspender su mudanza hasta que conste a cual de las dos Coronas pertenece el terreno en que están, en cuyo caso si fuese a la de Portugal, dice V.E habrán de abandonar (…)» (Cevallos a Valdelirios, Paso del Yacuy, 3 de agosto de 1758. AGS, Estado 7402).

El gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, contrario el 3 de agosto de 1758 al desalojo de los terrenos ocupados por las Misiones, recomendaba mantener el asentamiento de las poblaciones en la margen izquierdo del Ibicuy a fin de evitar oprimir a las poblaciones de los Pueblos del Paraná y Banda Occidental del Uruguay. Consideraba que la migración forzada de estas poblaciones podría provocar una nueva revuelta, sobre todo si se tomaba en cuenta que en las áreas a las que se verían obligadas a trasladarse carecerían de ganado y productos agrícolas para alimentarse. Además, el mantenimiento de la ocupación podría servir como criterio para que dichas tierras se conservaran bajo dominio hispánico, como de hecho estaba sucediendo.

Por su lado, la corona lusitana, haciendo uso de las argumentaciones secretas recomendadas por el futuro Marqués de Pombal aducía el atraso en la mudanza de los siete pueblos misioneros en la poca voluntad española para el cumplimiento del Tratado, ya que de los 30.702 habitantes que los habitaban sólo habían sido trasladados a la banda occidental del Uruguay poco más de 14.000, faltando pasar a las estancias unos 16.000. Reconocían que los terrenos al sur del Ibicuy estaban ocupados por 70 familias que se componían de los pueblos de S. Ángel, S. Lorenzo a los que se agregaron después otras de San Nicolás y San Juan. Mientras tanto, Valdelirios mostraba también su desconfianza frente a las autoridades lusitanas, pues percibía su poco interés por dar cumplimiento al tratado.

Frente a la dificultad de resolver el conflicto en torno a las cabeceras del Río Ibicuy, las partidas, dejaron la cuestión en manos de los comisarios, y estos en la de los soberanos de ambas coronas. Los justificativos para evitar avanzar en la superación de la controversia quizás puedan encontrarse en el hecho de que se trataba de una de las áreas de mayor relevancia estratégica para ambas Coronas pues comprendía el vínculo entre Colonia de Sacramento y el ingreso a los territorios del Río de la Plata. Desde una perspectiva más local, Portugal ambicionaba extender sus dominios para el interior, de modo de ocupar las tierras bajas de la actual Rio Grande del Sur, consideradas fértiles y muy buenas para la cría de ganado. Por su lado, los españoles pretendían conservar las tierras ocupadas por los indígenas migrantes y no hacer más concesiones a los portugueses. 

El mapa que se presenta a continuación contiene los trabajos correspondientes a los dos fragmentos demarcados (de Castillos Grandes a Santa Tecla y de la desembocadura del río Ibicuy en el Uruguay y la confluencia con el actual Santa María.

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