La Comisión Caro-Ornano y su brigada topográfica: génesis, composición y trayectoria

En los años posteriores al cese de las citadas negociaciones, los incidentes en los Alduides, entre los baigorrianos y los navarros fronterizos españoles, continúan: Arvizu documenta ocho entre 1777 y 1783, todos ellos recogidos en la documentación archivística francesa. De hecho, y como se refleja en la documentación diplomática española, las negociaciones interrumpidas en 1776 no se detuvieron completamente, y la cancillería francesa, presidida por el Conde de Vergennes, intentó retomarlas en los años subsiguientes, aprovechando las buenas relaciones diplomáticas existentes entre los dos reinos y confirmadas por el Tratado de Aranjuez de 1779, que renueva el Tercer Pacto de Familia. En 1783, el Conde de Floridablanda, a la sazón secretario del Despacho de Estado de Carlos III, conocía ya la intención de Francia de nombrar a un nuevo comisario de límites en la persona de François-Marie d’Ornano (Conde de Ornano), mariscal de campo y gobernador de Bayona. Y en mayo de 1784 el embajador de Luis XVI en Madrid, Jean-Francois Bourgoing, trasmitirá formalmente a Floridablanca la solicitud del gobierno francés para que el español nombrara un comisario similar. En respuesta a esa petición, en agosto de ese mismo año Carlos III designó a Ventura Caro, mariscal de campo desde 1783, para «la nueva comisión de arreglar los límites de Navarra entre este [España] y ese Reino [Francia] por la satisfacción que tiene en su persona y porque no se le puede sospechar de apasionado, mediante carecer de intereses, parentescos y conexiones con aquel País». Pero aunque, según se aclaraba en las instrucciones dadas a Caro en noviembre de 1784, las disputas primeras y principales que debía atender la nueva comisión eran las localizadas en Navarra, y en especial en los Alduides, las mismas instrucciones dejaban abierta la posibilidad de que el cometido de la comisión se extendiera a todos los demás puntos de la frontera franco-española donde hubiera controversias, tal y como confirmará oficialmente el poder otorgado a Caro por el monarca español el 30 de mayo de 1785, para que:

en calidad de comisario nuestro reconozca los límites de separación entre España y Francia en todas las partes de los Pirineos donde hay dudas y contestaciones sobre ellos y determine dichos límites de acuerdo con el comisario nombrado por nuestro buen hermano y sobrino el Rey Cristianísimo [Luis XVI] y decida todas las expresadas dudas y contestaciones y disensiones entre los pueblos fronterizos a que pueda haber dado lugar la expresada incertidumbre de límites […] en varios parages (sic.) de dichos Pirineos, señalándolos de modo claro, visible y permanente.

A tal fin, las citadas instrucciones de noviembre de 1784 confiaban a Caro dos objetivos simultáneos:

Primero, la división y separación del territorio de ambas coronas por sitios y parajes tan señalados que no dejen duda para lo sucesivo. Segundo, la partición o distribución de los aprovechamientos de leña, pastos y demás entre los Pueblos y Valles que los han tenido hasta aquí de un modo equitativo y proporcionado a sus necesidades y a lo que produzcan y permitan los terrenos.

Desde diciembre de ese mismo año, Caro, desplazado a Pamplona, comenzó a trabajar en el asunto, en primer lugar revisando la documentación sobre los antecedentes y, posteriormente, recorriendo los Alduides y sus pueblos limítrofes en compañía de representantes locales, de algunos expertos y ayudantes conocedores de la zona o del propio Ornano, con quien se reúne personalmente desde marzo de 1785. Estos trabajos desembocan en el llamado Tratado de límites de Elizondo, firmado el 27 de agosto de 1785, que establece una línea fronteriza en la vertiente septentrional de los Alduides, en el sector conocido como Quinto Real (en francés Pays Quint). El Tratado de Elizondo dejaba las tierras al sur de dicha línea para España y las del norte para Francia y prohibía traspasarla a pretexto de anteriores derechos de propiedad, usufructo o posesión, derogando las facerías preexistentes. Como quiera que los pastos mejores quedaban del lado español y que los baigorrianos perdían el derecho de utilización de los mismos, considerados vitales para su supervivencia, la oposición de éstos al Tratado, y aun al trabajo de los comisionados, fue intensa, requiriéndose en ocasiones el uso de la fuerza para evitarla o mitigarla. Esa misma resistencia de los baigorrianos, sumada a los cambios políticos ligados a la Revolución francesa, explica en buena parte que este Tratado nunca llegara a aplicarse de facto, pese a haber sido ratificado por los monarcas español y francés y a que se hubiera materializado el amojonamiento estipulado en el mismo.

En paralelo con la preparación del Tratado de Elizondo, Caro y Ornano habían iniciado el reconocimiento y examen del resto de la frontera navarra, priorizando la cuestión de los montes de Irati, donde las cortas masivas de madera se percibían con especial preocupación por ambas coronas, dada la importancia de este recurso para sus respectivas flotas navales. Más aún, en carta fechada en 2 de marzo de 1785 Caro propone a Floridablanca «levantar planos topográficos de la Cordillera, para cuya operación pueden nombrarse (si a V.E. le pareciese bien) ocho Ingenieros Geógrafos, inteligentes, ágiles y robustos, para que divididos en cuatro brigadas y acompañados por otros tantos franceses hagan con brevedad su trabajo». En abril y mayo siguientes hallamos a Caro en París, donde se entrevista con Vergennes y le presenta, según sus propias palabras, «la utilidad de levantar el Plano de los Pirineos y demarcar en él la línea divisoria, para que todos los pueblos fronterizos de ambas coronas tengan siempre a la vista los límites de sus respectivos términos y no cometan excesos», propuesta que Vergennes habría aprobado, y que el monarca español aceptará también. Comienza así la formación de la «brigada de ingenieros» que, bajo la autoridad de Caro y Ornano, debía encargarse de levantar el «mapa topográfico de los límites entre los Reinos de España y Francia, para el establecimiento de la línea divisoria».

En junio de 1785 se concreta la designación de seis ingenieros militares españoles para formar parte de dicha brigada, a saber: Antonio de Zara (en aquel momento teniente coronel y a la sazón director de fortificaciones en el reino de Navarra, a quien se confiará la dirección de la parte española de la brigada), Juan Antonio Casanova, Ramón Lope, José Martínez, Vicente de Heredia y Tomás Sedeño. Aparte de la recomendación de Caro de que los ingenieros fueran «inteligentes, ágiles y robustos», en su elección pesó expresamente su proximidad a la frontera objeto de la comisión («se ha procurado elegir a los más cercanos, para que vayan pronto», reza la nota anónima que contiene la lista definitiva), pues los cuatro primeros citados se encontraban destinados en Pamplona, Heredia en San Sebastián y Sedeño en BarceloNa. En marzo de 1786, y a petición de Caro, se nombrará a otros dos ingenieros españoles –Antonio Jacott y Joaquín de la Torre– para igualar en número los ocho ingenieros geógrafos que Francia había comisionado para la brigada (algunos de ellos militares y dependientes del Ministerio de la Guerra; otros civiles y vinculados al Ministerio de Asuntos Exteriores), a saber: Paul Louis Gaultier de Kervéguen (teniente coronel, encargado de la dirección de la delegación francesa), Louis-Philippe-Reinhard Junker, Michel Pauly, Marie Emonnot, Thomas Vitry, Jean Sébastien Grandjean, Marie-Nicolas Chrestien de la Croix y Simon-Pierre Brossier. Con arreglo a la distribución de tareas decidida cuando la brigada inició sus trabajos conjuntos, cinco de esos ingenieros (los españoles Zara y Heredia y los franceses Gaultier de Kervéguen, Junker y Brossier) asumieron los trabajos de trigonometría, mientras que el resto se encargó de las operaciones de levantamiento topográfico (o dicho con las palabras de Zara, «de hacer el detalle del terreno con las planchetas»).

Aunque en el verano de 1785 los seis ingenieros españoles nombrados inicialmente estaban ya en Navarra dispuestos a comenzar los trabajos del mapa de la frontera, las autoridades francesas optaron por no enviar a los suyos (dejando aparte el caso de Chrestien, que trabajaba ya con la Comisión) hasta abril del año siguiente, fecha en que se iniciarán oficialmente los trabajos de la brigada. Entretanto, los ingenieros españoles fueron ocupados por Caro «en formar algunos planos ideales de los terrenos particulares cuya pertenencia se disputaban los fronterizos de ambas potencias (…), y en copiar el Plano de los Montes Alduides y Quinto Real que se levantó en el año [17]69». En esta etapa se produce también, como ya se indicó, el amojonamiento provisional de la frontera comprendida en el Tratado de 1785, que fue dirigido por Casanova y Chrestien, según quedó indicado en el auto correspondiente.

En junio y julio de 1785 Caro y Ornano fueron discutiendo y acordando algunos aspectos importantes de la metodología a seguir en relación con el deslinde y el mapa topográfico general de la frontera, como el criterio de «comenzar desde el Océano [Atlántico] al Mediterráneo» y el de «dar al plano cuatro leguas de anchura, a saber, dos del término de España y dos del de Francia». Unas instrucciones firmadas en Versalles por el Mariscal de Ségur, el 1 de marzo de 1786, confirman ambas decisiones, además de precisar la escala acordada para el mapa (6 líneas por 100 toesas francesas, equivalentes aproximadamente a 1:14.400), los responsables de codirigir la brigada (Zara y Gaultier de Kervéguen, en cualquier caso a las órdenes de Caro y Ornano) y el modo de distribuir los 16 ingenieros, los cuales debían encontrarse en San Juan de Luz a partir del 25 de abril para dar comienzo a los trabajos:

Le Comte d’Ornano, Maréchal de Camp au service du Roi, et le Chevalier Caro, aussi Maréchal de Camp au service de sa Majesté Catholique, étant chargés de déterminer différents points des limites entre la France et l’Espagne où il existe des contestations ou de l’incertitude, leurs dites majestés sont convenues de faire lever par des ingénieurs des deux nations la carte topographique de cette frontière sur une échelle de 6 lignes pour 100 toises, mesures de France, afin de pouvoir y tracer avec précision la limite qui aura été fixée depuis l’embouchure de la rivière de Bidassoa jusqu’à l’extrémité du Roussillon […] L’intention de leurs majestés étant que la carte qui doit être levée s’étende à deux lieues de profondeur tant à la droite qu’à la gauche de la ligne qui sert de limite, le Comte Ornano et le Chevalier Caro indiqueront aux ingénieurs géographes les terrains sur lesquels ils auront à opérer. […] On formera des 16 ingénieurs géographes 8 divisions com- posées chacune d’un Français et d’un Espagnol et on les placera à la même hauteur à droite et à gauche de la ligne des limites de manière qu’à la fin de la campagne il puisse résulter un ensemble sans interruption ni lacune.

Las tareas de la brigada topográfica avanzarán lentamente, condicionadas por la magnitud de la empresa (cuya realización completa suponía cartografiar una superficie de 400 leguas cuadradas, desde Fuenterrabía a Colliure), así como por la complejidad técnica inherente a la colaboración de ingenieros procedentes de dos países, las suspicacias de la población local, las trabas políticas encontradas por los ingenieros para moverse libremente fuera de sus respectivos reinos y la dificultad de operar en un territorio montañoso, de relieves inaccesibles y clima duro durante buena parte del año (lo que limitaba el trabajo de campo a las estaciones de primavera y verano). Además, en la fase inicial, las operaciones de triangulación necesarias para poder ejecutar los levantamientos topográficos ralentizarán de forma considerable el progreso de los trabajos. En enero de 1789, los ingenieros habían cartografiado solo 11 leguas de longitud y 4 de anchura (44 leguas cuadradas), lo que llevó a afirmar al teniente-general M. De Vault, director del Depósito de la Guerra francés, que a ese ritmo harían falta «24 ó 25 años para llegar a Colliure». En ese contexto, De Vault va a defender una serie de cambios metodológicos para acelerar la ejecución de mapa, el principal de los cuales consistirá en reducir a la mitad la superficie cartografiable, pasando de las 4 leguas iniciales (dos a cada lado de la línea fronteriza) a 2 (una a cada lado):

Il semble qu’une lieue de droite et de gauche serait plus que suffisante pour en constater la fixation ; alors le travail de la carte se trouverait diminué de moitié et conséquemment, terminé dans 6 ou 7 ans au plus.

Además, a sugerencia de De Vault, el Ministère des Affaires Étrangères comisionará a Grandjean para que, en compañía de otro ingeniero dependiente de dicho Ministerio, se desplazase a Colliure a fin de preparar las operaciones trigonométricas precisas para iniciar un levantamiento topográfico de este a oeste, con la intención de que dicho levantamiento pudiera progresar en paralelo con el que se estaba llevando a cabo en los Pirineos occidentales y que las dos brigadas acabaran coincidiendo en un punto central de la cadena. En marzo de 1789 Caro, animado por Ornano, viaja a París para proseguir las negociaciones sobre la frontera, que desde el verano anterior estaban paralizadas por las reclamaciones locales de uno y otro país respecto a los proyectos defendidos por la Comisión de Límites para deslindar el macizo de Irati y el resto de la frontera navarra pendiente de delimitar. En Versalles, el Conde de Montmorin (que desde febrero de 1787 había sucedido a Vergennes como Ministro de Asuntos Exteriores de Luis XVI), en presencia de De Vault, comunica a Caro la propuesta de reducir a la mitad la amplitud de la franja fronteriza cartografiable, a lo que el comisario español se opuso firmemente, salvo en lo tocante a la frontera de Aragón, que «corre por montes casi inaccesibles y en la que solo hay practicable el paso de Canfranc a Jaca, que es harto angosto y de fácil defensa». Finalmente, según la versión de Caro, Montmorin y él mismo acordaron que el mapa de la frontera con Navarra (bastante avanzado para entonces) se completaría con la anchura de cuatro leguas, y que el de la frontera de Cataluña y el Rosellón (todavía por comenzar) se levantaría con esa misma extensión.

Un carta enviada desde la Corte española el 7 de julio de 1789, en vísperas del inicio de la Revolución, aprobó esta decisión y encareció a Caro, todavía en París, a que, «ya que en las circunstancias actuales de ese Reino [Francia] será impracticable […] la conclusión del arreglo de límites en toda nuestra frontera», intentara al menos que se continuara la elaboración de «los planos de mar a mar en la misma anchura de cuatro leguas como se ha comenzado, cediendo solo por lo respectivo al reino de Aragón en que reduzcan dos leguas».

Como era de esperar, el estallido de la Revolución acabará por finiquitar el funcionamiento de la Comisión Caro-Ornano. Una nota de la documentación española relativa a los sueldos debidos a Caro por su labor al frente de la Comisión, apunta que ésta «concluye […] por las economías que adopta Francia en 31 de marzo de 1790», aunque aclara que pese a ello, y como veremos en seguida, «continúan los trabajos de los ingenieros españoles y franceses». Tras más de un año de estancia en París, Caro regresará a España, donde, tras la muerte de Carlos III y el inicio del reinado de Carlos IV, proseguirá una exitosa carrera militar. Ascendido a teniente general en enero de 1789, en enero de 1790 sería nombrado Capitán General de Galicia, y en enero de 1793 Capitán General de Guipúzcoa, puesto en cuya designación debió de pesar sin duda su experiencia al frente de la Comisión de Límites, y desde el cual asumiría el mando del “Ejército de Guipúzcoa y Navarra”, una vez comenzada, en marzo de 1793, la Guerra de la Convención. Mucho peor sería la suerte de Ornano: denunciado ante el comité de vigilancia de Versalles por Bonnet, capitán de la guardia nacional, quien lo acusó de querer emigrar y entregar a España planos de los Pirineos, será apresado en diciembre de 1793, condenado por el tribunal revolucionario y guillotinado en París el 9 de julio de 1794.

Pero, tal y como la Corte española le había recomendado a Caro, pese al cese formal de la Comisión de Límites los trabajos para la elaboración del mapa topográfico de la frontera proseguirían algunos años más, bajo la dirección de Zara y Gaultier de Kervéguen. A fines de 1791, según información de Zara, se había completado el levantamiento de toda la frontera comprendida desde Fuenterrabía al límite de Navarra con Aragón por la parte española, conforme al plan original de cartografiar dos leguas a cada lado de la misma, mientras que los franceses tenían previsto concluir el levantamiento de ese mismo tramo en 1792. Teniendo en cuenta las difíciles condiciones topográficas de la frontera pirenaica en los sectores aragonés y catalán («terrenos tan ásperos y montuosos»), el ingeniero español calculaba que el resto del mapa podría completarse en ocho o nueve años, siempre y cuando se mantuviera activo el mismo número y equipo de ingenieros que habían trabajado hasta el momento. Aunque desde marzo de 1790 el propio Zara venía solicitando que le eximieran de continuar al frente de la brigada española, porque su avanzada edad y sus problemas físicos (en especial de vista) le impedían poder acometer la dirección del plano de la frontera por Aragón, este ingeniero continuaría en su puesto hasta el final de la misma.

Durante el verano de 1792 los trabajos de la brigada topográfica prosiguieron con normalidad, iniciando los españoles las operaciones topográficas en Aragón (si bien Heredia llevaba dos campañas trabajando solo en los cálculos trigonométricos relativos a este sector) y concluyendo los franceses la parte que les quedaba por completar en Navarra. Pero en el otoño de ese año las tensiones políticas entre la monarquía española y la Primera República Francesa aumentan, y los ingenieros militares españoles bajo el mando de Zara empezarán a recibir órdenes del Conde de Colomera (a la sazón Virrey de Navarra) para trabajar en otro tipo de misiones, destinadas a prevenir y preparar la guerra contra el país vecino. Aunque en noviembre de 1792 todavía tres de ellos continuaban en Pamplona copiando algunas porciones del mapa general de los Pirineos (porque, según Zara, el sombreado de mismo era deficiente), el estallido de la Guerra de la Convención pondrá término a la historia de esta brigada. En abril de 1793 ninguno de los ingenieros españoles trabajaba ya sobre el mapa, pues Casanova y Martínez habían pasado a Guipúzcoa a las órdenes de Ventura Caro, mientras que Zara se trasladará a Irún para dirigir las obras de defensa de esta localidad57. No obstante, los ingenieros franceses de la brigada prosiguieron efectuando operaciones topográficas relacionadas con el mapa hasta 1795.

 

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