La brigada topográfica asociada a la Comisión Caro-Ornano produjo principalmente dos tipos de resultados cartográficos. De un lado, los mapas específicos de cuestiones y sectores fronterizos concretos, como los dedicados a los Alduides-Quinto real o al macizo de Irati, ambos a escala de tres líneas por cien toesas (aproximadamente 1:30:000). De otro, el mapa general de la frontera pirenaica, a la citada escala de seis líneas por cien toesas (aproximadamente 1:14.400), del que, como ya se indicó, solo se llegaron a concluir las hojas correspondientes al tramo comprendido entre Fuenterrabía y el límite de Navarra con Aragón, distribuidas en cinco partes o sectores, que representan una franja de dos leguas de anchura (unos 9 km, según la medida de la legua de tierra francesa) a cada lado de la línea fronteriza. De este mapa se conserva un ejemplar en París, en el SHD, catalogado con el título Carte de partie de la frontière franco-espagnole dans les Pyrénées occidentales; y otro en Madrid, en el ACEG-CGE, titulado Mapa topográfico de los Montes Pyrineos, y en el cual se basan la descripción y el análisis que presentamos a continuación.
Como apuntáramos en la introducción de este trabajo, el Mapa topográfico de los Montes Pyrineos (o Mapa topográfico de los límites entre España y Francia, según otra denominación que aparece con frecuencia en la documentación vinculada a la Comisión Caro-Ornano), constituye, en muchos sentidos, una obra singular por su complejidad y originalidad. Esas características responden en buena medida a la magnitud y naturaleza de la zona cartografiada, como también a la escala y la metodología utilizadas, empezando por la dificultad que suponía la elaboración de un mapa formado a medias por ingenieros procedentes de dos países distintos. Buena parte de las memorias e instrucciones elaboradas por los responsables de esta empresa, tanto en España como en Francia, inciden en esta cuestión y contienen indicaciones orientadas a salvar en lo posible los riesgos que comportaba trabajar en el seno de un equipo binacional, no sólo desde el punto de vista técnico, sino también desde la perspectiva de las relaciones profesionales y personales que pudieran establecerse, como reflejan algunas sugerencias relativas a la manera en que los miembros de la brigada debían comportarse.
Desde el punto de vista metodológico, los directores de la brigada, con el visto bueno de Caro y Ornano, conciben un plan de trabajo que en determinados aspectos resulta enormemente ambicioso y original, y que quedó plasmado en algunos croquis y planos de uso interno. En un primer nivel, y como ya se ha dicho, se asignó a cinco ingenieros la realización de los cálculos trigonométricos necesarios (esto es, la preparación del canevás geométrico de trabajo), mientras que el resto quedó encargado de las operaciones de levantamiento topográfico. En un segundo nivel, para llevar a cabo el levantamiento topográfico propiamente dicho (o «detalle del terreno»), los directores de la brigada, siguiendo las instrucciones generales ya señaladas, organizarán a los ingenieros por parejas mixtas (formada cada una de ellas por un ingeniero español y otro francés) y los distribuirán con arreglo a una cuadrícula que marcaba la superficie de trabajo asignada a cada uno de ellos.
Beraldi ha resumido así el procedimiento fijado para la campaña de 1786:
Conformément au programme, le 1er mai les topographes prenaient possesion du premier terrain à lever –compris entre l’Océan (de Saint-Jean-de-Luz à Pasajes) et la ligne Itsasou-Urdax- réparti en rectangles. Pour fixer les idées, disons que Grandjean était placé à Saint-Jean-de Luz, Sedeño à Hendaye, Vitry à Urugne, Jacot au Calvaire, Lope à Ascain et la Rhune, Chrestien et Brossier à Ainhoué ; Pauly avait Pasages et Renteria, et La Torre une bande étroite à la suite ; Emonnot prenait Irun et la Haya ; Martinez et Casanova recevaient Echalar et Urdax.
Los documentos relativos a las campañas de 1786 y 1787 prueban que hubo ingenieros franceses trabajando en la parte española de la frontera, y viceversa, circunstancia sumamente inusual en la época, a tenor de la elevada importancia geoestratégica de una región como esta y las restricciones que por motivos de seguridad solían acompañar las operaciones cartográficas efectuadas a esta escala de detalle. Determinadas tareas y planos, tanto de tipo trigonométrico como de carácter topográfico, fueron, en efecto, realizados por parejas o grupos de ingenieros de las dos nacionalidades.
Pero, según sabemos por una carta de Zara, desde 1791 los ingenieros españoles y franceses trabajaron por separado, dadas las dificultades que encuentran ambos para poder atravesar las fronteras en el contexto político derivado del desarrollo de la Revolución.67 La forma de organizar anualmente los trabajos a partir de esa campaña fue resumida por Zara en una memoria dirigida a Floridablanca a comienzos de 1792. Según ella, ambas partes dedicaban habitualmente el final de la primavera y los meses de verano a trabajar en el terreno, operando en franjas simétricas con el propósito de cubrir el mismo tramo a uno y otro lado de la línea fronteriza:
El temperamento de aquella frontera —escribía Zara— solo permite trabajar sobre el terreno tres meses más o menos al año, y aun en estos las intemperies hacen interrumpir a veces el trabajo.
En los meses de otoño e invierno cada una de las partes procedía por separado, en sus respectivos países, a dibujar en gabinete el mapa de la zona trabajada ese año, citándose ambas delegaciones a comienzos de la primavera del año subsiguiente para cotejar y poner en común los resultados alcanzados, intercambiarse mutuamente las copias de los mapas efectuados, elaborar el mapa de reunión de las dos vertientes y preparar el diseño de la nueva campaña anual. La cordialidad parece haber presidido la relación entre los ingenieros de ambos países, «tratándose unos y otros con la armonía y amistad que interesa muchísimo para que la Comisión adelante sin embargo, ni inquietudes, que la perturben».
Desde el punto de vista técnico, la colaboración entre los dos reinos implicaba el reto de coordinar un grupo compuesto por dos delegaciones que, al menos inicialmente, partían con una formación, unos métodos de trabajo y un instrumental distintos. En carta dirigida a la Corte tras conocer el nombramiento de los primeros seis ingenieros que habían de formar la delegación española de la brigada, el propio Caro expresó sus dudas respecto a la inexperiencia de la mayoría de ellos en comparación con los de la parte francesa:
Los ingenieros que se han nombrado reúnen poca o ninguna experiencia, a excepción de Don Antonio Zara, que es bueno, aunque no muy robusto, con un ojo menor y el otro cansado, porque el que menos de los que vienen de Francia ha estado ocho años empleado en levantar los planos de la frontera de Alemania, y [el conde de Ornano] me ha asegurado que son muy hábiles.
Pero, más allá de estas dudas iniciales y de las opiniones que algunos historiadores franceses hayan podido expresar a posteriori, la documentación que conservamos de la Comisión no permite deducir que estas diferencias hubieran entorpecido la marcha de los trabajos. Es cierto, sin embargo, que el método de triangulación y levantamiento finalmente adoptado (basado en el uso del grafómetro para la triangulación y la plancheta pequeña para el detalle del terreno) fue el propuesto por la delegación francesa; que dichas operaciones partieron de la red geodésica proporcionada por el mapa de Cassini; y que el instrumental disponible por la parte francesa, en un primer momento, era mucho más avanzado que el que poseían los españoles, lo que llevó a Zara a solicitar en diferentes ocasiones la adquisición de un instrumental similar, el cual hubo de comprarse en París e Inglaterra. Estas peticiones, junto a las facturas correspondientes, permiten reconstruir con bastante detalle los medios técnicos con que se elaboró el Mapa topográfico de los Montes Pyrineos. Igualmente, por los cuadernos de terreno de Junker sabemos que en la triangulación geodésica preparatoria del mismo se utilizó con carácter pionero el círculo de repetición de Borda, diseñado en 1784 por Borda y Lenoir, y traído desde París a San Juan de Luz, punto de arranque de las operaciones de la brigada, en abril de 1786. Las posibilidades técnicas que ofrecía este invento lo convirtieron en el instrumento privilegiado en las campañas y expediciones geodésicas francesas hasta mediados del siglo XIX, suplantando al cuarto de círculo móvil, que había tenido un papel principal desde mediados del XVII.
En lo que toca a su factura y contenido, el Mapa topográfico de los Montes Pyrineos constituye un manuscrito a plumilla en tinta negra e iluminado a la acuarela en verde, gris, amarillo, rojo, siena y azul, que representa el relieve por sombreado y que, aparte de los principales ríos, caminos y núcleos de población y de su abundante información toponímica, indica aspectos tales como: la línea fronteriza entre los países; los mojones existentes sobre ella (tanto los antiguos como, en ciertos sectores, los colocados directamente por la Comisión); las líneas divisorias de los valles (entidades administrativas tradicionales) en que se organizaba el Pirineo navarro; los principales usos del suelo, distinguidos mediante claves cromáticas en varias categorías (de las que sistemáticamente se representan al menos cinco: bosques; tierras labradas; viñas; prados; y terrenos de pasto e incultos); el parcelario básico de estos usos; las líneas astronómicas paralelas y meridianas (estas últimas referidas al meridiano del observatorio de París); y las altitudes de los «montes más remarcables», calculadas en toesas «sobre las mareas altas en Fuenterrabía”. Como ya se ha indicado, la franja representada por el mapa cubre, aproximadamente, una banda de 4 leguas terrestres francesas de anchura (ca. 18 km), dos (ca. 9 km) a cada lado de la frontera.
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Comisión Caro-Ornano.